domingo, 14 de mayo de 2023

"Así fueron los comienzos de La Era Open" El tenis de nuestros días cumplíó el pasado mes de abril 55 años de vida


Gimeno fue el primer profesional español, y Santana estuvo a punto

El 22 de abril de 1968 un joven escocés llamado John Clifton sirvió en primer lugar en el encuentro que abría la primera jornada de los Campeonatos Británicos en pista dura. Se jugaban en Bournemouth, una ciudad balneario del sur de Inglaterra, y frente a él estaba el australiano Owen Davidson, que acabó ganando por 6-2, 6-3, 4-6 y 8-6. Y ese partido fue histórico porque significaba el principio del tenis moderno: fue el primer choque de la Era Open, el tenis tal y como hoy lo conocemos, en el que los mejores tenistas participan en los mejores torneos. 

Antes estaba dividido en dos mundos, el amateur y el profesional. Sólo el primero tenía acceso a la 'gloria': al Grand Slam, a la Copa Davis o a los campeonatos nacionales y por supuesto a los Juegos Olímpicos, mientras los hubo (de 1924 a 1988 el tenis salió de ellos por sospechas de profesionalismo). Para el segundo, el 'vil metal'. El dinero...Lilí Álvarez allá por los años 20, jugó tres finales de Wimbledon: su premio fueron tres bonos de 25 libras esterlinas para canjear en una platería de Londres. 

No era extraño, según decía, que los organizadores de grandes citas pusieran tanto énfasis en el amateurismo: se ahorraban el presupuesto de contratar o premiar jugadores, aunque sí cobraban entrada por verlos jugar. En los primeros Wimbledon un requisito para inscribirse era 'vivir en buenas direcciones' (es de suponer que alguien del East End, donde actuaba Jack el Destripador, no sería aceptado). Los registros de los primeros campeonatos de España eran pródigos en duques, marqueses, y apellidos que han ido llegando hasta hoy como divisa de 'gente importante'.

Gimeno fue tentado con 50.000 dólares. Santana, con 25.000. A este le frenó Juan Antonio Samaranch.

Y en el resto del mundo, igual, y era lógico: era la gente que tenía tiempo y medios para dedicar al ocio, al deporte, y más a uno tan caro, entonces, como el tenis: si al fútbol con un balón -o sin él- podían jugar cuantos hiciera falta y para correr o boxear cada cual llevaba el equipo puesto, y gratis, para el tenis hacía falta una raqueta al menos, y una pista que había que mantener. Mientras quienes jugaban eran los personajes citados no había mayor problema.

Este comenzaba cuando entraban en el tenis personas de otra extracción social: los que necesitaban trabajar para vivir. El profesionalismo en el tenis, en realidad, comenzó muy pronto y, con lógica, a partir de los mejores, o más llamativos, personajes. Antes de la II Guerra Mundial la gran Suzanne Lenglen, Vincent Howard Kinsey, Harvey Snowgrass, Paul Feret y Mary K. Browne fueron los primeros en hacerse profesionales. Les siguieron nombres como el mismísimo Bill Tilden, Ellsworth Vines y hasta Fred Perry y Donald Budge, ganador del Grand Slam. 

La estructura, muy simple: un promotor les contrataba, pagaba y luego gestionaba los torneos que jugaban entre ellos, o bien eran ellos mismos quienes se organizaban los torneos que jugaban de forma itinerante y sin calendario fijo. Automáticamente, eso sí, las puertas de las grandes citas se les cerraban: ni Grand Slam, ni Copa Davis. A veces se concedía alguna excepción para que se pudieran recalificar, pero no era sencillo porque el mundo amateur tenía a menos acoger a los 'descarriados'.

Los profesionales en Madrid. 1949. Pancho Segura, Jack Kramer, Bobby Riggs y Dinny Pails 


Sin embargo, es difícil poner coto a la realidad. Tras la II Guerra Mundial el tenis, así como el resto de los deportes, crecieron tanto en cuanto a su práctica como en su aceptación como espectáculo. Esto significaba por un lado que había más jugadores, y procedentes de más estratos sociales, y también que había más espectadores dispuestos a pagar por verlos y promotores prestos a organizar partidos y exhibiciones. Uno de ellos fue el jugador Jack Kramer, bicampeón de Grand Slam, que a principios de los años 50 organizó un muy selecto grupo de profesionales: Pancho González, Pancho Segura, Don Budge o Frank Sedgman entre otros. 

También se extendió su ámbito de actuación al tenis femenino con Gussie Moran, la Sharapova de la época, Althea Gibson, la primera jugadora negra campeona de Grand Slam, Pauline Betz o Karel Fageros.Aquel grupo, un tanto despectivamente llamado "el circo de Jack Kramer" fue poco a poco consolidando el tenis profesional: en 1953 Sedgman y Kramer jugaron 95 veces uno contra otro, pero ganaron más de 100.000 dólares. 

A principios de los años 60 llegó la bomba: tres jóvenes prodigios australianos se pasaban al profesionalismo: Ken Rosewall, Lew Hoad y Rod Laver, que en 1962 acababa de ganar el Grand Slam. El tenis amateur perdía talento a ojos vistas, que se pasaba al profesional Manolo Santana recuerda que para entrar en ese grupo había que haber ganado un Grand Slam o tener un nivel de juego equivalente. Cuando ganó su primer Roland Garros, en 1961 recibió una oferta: 25.000 dólares por dos años de contrato (más o menos, unos 180.000 euros actuales). 

Ya antes un tenista español de gran futuro se había pasado a los profesionales: Andrés Gimeno, a quien se le había tentado con al menos 50.000 dólares por tres años. Según relató, lo cobraría en premios y si no lo conseguía, el propio Kramer pagaría la diferencia. "pero estoy seguro de que los ganarás. Eres un gran tenista", concluyó el promotor. Así se lo relató Andrés Gimeno a Manel Serras y Jaume Pujol-Galcerán en sus memorias "Pasión por el tenis".Andreu dudó, pero el resto de los jugadores españoles se conjuraron para que si él no aceptaba, el contrato no saliera del grupo. Finalmente aceptó. Luego llegaría la oferta a Santana, que no lo hizo. Manolo, cuenta, fue convencido "por Juan Antonio Samaranch, un hombre que tenía la visión de que el tenis profesional y el amateur se unificarían próximamente".

Tras la vuelta de los 'pros' Laver ganó cinco Grand Slam, Rosewall, tres y Gimeno, uno.

 

Además, ya sin Gimeno, Samaranch necesitaba a Santana para el equipo nacional de Copa Davis: él lo capitanaría hacia las finales de 1965 y 1967, además de ganar dos Roland Garros, un Wimbledon y un US Nationals (ahora US Open). No hubiera podido hacerlo de ser profesional. Además, Samaranch le hizo una proposición personal: "Santana -me dijo- necesito que usted siga siendo amateur para que me ayude a llevar a los tenistas a los Juegos Olímpicos". Y Manolo cumplió: En México 68 hubo un evento, aún de exhibición. Participaron los mejores y Manolo, que batió a Orantes en la final, ganó una medalla de exhibición y un cheque, por los gastos, por valor de 800 pesetas. 

Pero Santana no era, como bien se sabe, persona "de posibles". Tampoco lo era Andrés Gimeno, hijo de un profesor de tenis. Por eso Andreu se hizo profesional y Santana encontró un trabajo en la firma tabacalera Philip Morris. Un trabajo como relaciones públicas cuya mejor manera de hacerse era, precisamente, jugando al tenis -un poco a la manera de los deportistas militares o funcionarios de la Europa del Este-. No era solo su caso: a medida que el mundo profesional iba calando en el 'amateur' las Federaciones Nacionales necesitaban encontrar fórmulas para retener a sus estrellas en el Grand Slam y la Copa Davis. Se daba así el caso de que a mediados de los años 60 todos los tenistas de élite cobraban, de una forma o de otra. 

Pero para la Federación Internacional y sus torneos se presentaba otro problema añadido: a medida que el tenis ganaba en popularidad llegaban nuevos, y poderosos patrocinadores e inversores, que no vacilaban en organizar circuitos paralelos tentando, cada vez más, a los jugadores.

Equipo español de Copa
Davis. 1959. Couder, Santana, José Luis Arilla, Gimeno


Finalmente el mismísimo Wimbledon, el gran guardián de las tradiciones del tenis, alzó la voz. En 1967 admitió un evento, el Wimbledon Pro, con jugadores profesionales. Cinco de los ocho participantes (Rod Laver, Ken Rosewall, Pancho Gonzales, Lew Hoad y Fred Stolle) habían sido campeones de Grand Slam y otro (Andrés Gimeno) lo sería después. Uno más (Dennis Ralston) había sido finalista sólo un año antes en Wimbledon, cayendo ante Santana. Gimeno ganaría en dobles, junto a Pancho González.Después su director ejecutivo calificó al amateurismo de "mentira viviente" y anunció que en 1968 los profesionales podrían tomar parte en su torneo. 

La ITF se dio por vencida. Bournemouth fue el primer torneo Open de la historia y un Roland Garros jugado en pleno ambiente del Mayo del 68 francés el primer torneo Grand Slam Open. ¿Era tanto lo que los profesionales aportaron al nuevo tenis? Tras su reincorporación, Rod Laver ganaría cinco títulos de Grand Slam -entre ellos, el Grand Slam completo de 1969-. Rosewall, tres. Gimeno, uno.Quedaba aún mucho camino por recorrer. Hasta 1980 más o menos coexistieron cuatro circuitos diferentes (Grand Prix, WTC...). 

Las tenistas, hartas de ser tenidas en segundo plano, crearon su propia asociación, la WTA, en 1975. La ATP, fundada en 1973 asumió el control del circuito -salvo los Grand Slam- en los años 1990. Pero la primera consecuencia inmediata fue que, por primera vez en la historia, se pudo elaborar un ránking unificado de los mejores jugadores y jugadoras. El tenis moderno, pues, ha cumplido 55 años este 22 de abril de 2023




2009-2017, "LA ÉPOCA DORADA DEL TENIS MALAGUEÑO", ¿DAVIDOVICH?. Álbum de tenistas malagueños.