Málaga, 23 de noviembre de 2025
Por Jorge Mir Mayor
Escuchando a Arturo Núñez en el programa de entrevistas Daniel Spatz Interviews de YouTube, os lo recomiendo, hubo un comentario suyo que me llegó al corazón:
“Nadie se va a dar cuenta de una corrección o de una
mejora, ni en un adulto ni en un niño al que entrenas, en ningún lugar del
mundo”.
Y es así, porque al final, tú estás ahí, día tras día,
viéndolos mejorar poquito a poquito.
No importa si se trata de un señor de 80 años o de un niño
que aún no sabe cómo sujetar la raqueta. Lo más hermoso como entrenador es ver
cómo, de repente, un día aparece esa derecha que llevas semanas intentando que
logre.
Esa mezcla de sorpresa, orgullo y alegría… eso es lo que
vale. Eso es lo que te ilusiona.
Respeto totalmente a los entrenadores que sueñan con tener
un alumno famoso, con ver su nombre en la tele o estar en la grada de un gran
estadio. Lo entiendo: cada uno tiene sus metas.
Pero os digo una cosa: la mayoría de los entrenadores
desconocidos sentimos emoción por cualquier alumno de nuestras clases, sea niño
o adulto.
Para nosotros, todos ellos son nuestros ídolos, cada uno con
su historia, su esfuerzo y sus pequeñas victorias.
Lo más grande es ver que ese niño o adulto se va a casa con
la sensación de: “Hoy he progresado”.
Y, sobre todo, con la certeza de que su entrenador cree que él o ella es su Nadal, su Djokovic, su Sinner, su Alcaraz, su Sabalenka, su Świątek, su Gauff, su Badosa. Eso es lo que llena de verdad. Eso es lo que da sentido a amar lo que haces como entrenador.
Saludos. Jorge Mir Mayor

