Algo más de diez años después de vencer por primera vez en
el Grand Slam británico, en aquella final contra Federer calificada por muchos
como la mejor de la historia, Rafa Nadal ha escrito otra página de oro en los
cuartos de final de la edición 150 del torneo. El español y Juan Martín del
Potro, claro, excelso oponente que le puso las cosas muy difíciles con 77
golpes ganadores (33 de saque directo), al contrario de lo que había ocurrido
no hace mucho en Roland Garros. Dicen que la hierba iguala, y se ha visto este
miércoles en este partido, y sobre todo en el de Federer contra Anderson, con
victoria para el sudafricano. Nadal lo encarriló primero, luego lo tuvo cuesta
arriba y al final remontó de manera memorable (7-5, 6-7 (7), 4-6, 6-4 y 6-4 en
cuatro horas y 47 minutos).
El primer set se lo apuntó Nadal al romper el saque de Del
Potro en el momento más conveniente, con 6-5 a su favor. Antes había tenido dos
oportunidades más, en el octavo juego. A los puntos, se merecía sumar primero.
La segunda manga la tuvo primero cuesta arriba y luego casi ganada el balear.
Un break había puesto por delante a la Torre de Tandil (5-4), pero acto
seguido, y como había hecho en la misma situación en anteriores partidos, Rafa
se recuperó en seguida para llevar el parcial al desempate. Ahí erro, tuvo
cuatro bolas para ganarlo y las desperdició.
La perseverancia dio alas a Del Potro, que mejoró y se
comportó como una roca en el tercer set. Seguro, con pocos fallos (8) y más del
doble de golpes ganadores que su rival (16-7). Agresivo y valiente, le devolvió
la moneda de la primera manga a Nadal con una rotura para el 6-4. Momento de
incertidumbre, que no de zozobra, para un luchador infatigable que no pensaba
entregar el partido. Desde entonces, se animó constantemente, con cada punto
ganado, con la furia incontenible que le ha llevado a levantar ya 18 títulos de
Grand Slam. Minimizó los fallos, se creció y aunque no aprovechó sus dos
primeras opciones de igualar el partido al resto, con su servicio y un salto
marca de la casa cerró el 2-2. Otro partido épico, como el de Federer contra
Anderson, al quinto set.
Un final de partido de película
Nadal, cerca de su más alto nivel, hizo maravillas, atacó
para contrarrestar la intensidad de Delpo; con su revés funcionando como si
fuera un drive, ganó puntos (67 winners al final) y, además, elevó la potencia
de sus saques y afinó las dejadas. Toda la artillería en el campo de batalla
con su habitual despliegue físico. Resoplando y con esa expresión suya que
mezcla sufrimiento y hambre de gloria se fue a por el triunfo. No iba a ser
sencillo, porque en lucha no es fácil vencer al argentino, que no dudo en
revolcarse por la hierba para salvar una contradejada con 1-1. Pero alternaba
grandes aciertos con fallos de bulto y eso facilitaba la presión de Nadal, tan
cegado que al intentar devolver un envío acabó en la grada, encima de un
espectador. Poco después y tras un par de resbalones, con otro revés ganador se
colocó con 3-2 y servicio. Luego salvó hasta cinco puntos de break y con un
banana shot increíble, su famoso drive arqueado, cerró un juego precioso y se
acercó a la victoria que certificó con una volea en la red mientras Delpo
rodaba por el suelo. El público despidió a los dos tenistas, que se abrazaron
como dos púgiles agotados, puesto en pie y con una ovación atronadora. El
partido, fantástico, se recordará durante mucho tiempo.