En su primer año disputando torneos profesionales, el
español pasó de no tener ranking a colocarse #90 del mundo. Hoy descubrimos su
apasionante historia.
Fernando Luna en su entrevista con Fernando Murciego.
Fuente: Punto de Break
La enciclopedia del tenis español está llena de capítulos
inexplorados, jugadores que fueron referentes hace décadas, pioneros de su
generación e historias que no tuvieron repercusión por falta de medios.
Afortunadamente, en 2024 ya no tenemos este problema, por eso nos encanta
visitar el pasado para reconocer a aquellos atletas que pusieron su granito de
arena para que nuestro tenis sea actualmente una potencia mundial. ¿Quién
recuerda los tiempos de Fernando Luna? Preparad la maleta que nos vamos de
viaje.
Fernando Luna (Ciudad Real, 1958) llegó a ser el mejor
español del momento en la década de los 80, protagonista en esa etapa de
transición que dejaron Santana y Orantes hasta la irrupción de Bruguera. De
orígenes humildes y con un talento innato, el manchego vivió los primeros años
de la Era Open con el freno de mano puesto debido a una operación de espalda,
pero eso no le impidió tocar algunos récords. Aprovechando su visita al Conde
de Godó 2024 –en el clásico reencuentro de ex jugadores de Copa Davis–, Punto
de Break cierra aquí este hilo de entrevistas antes de poner rumbo a la Caja
Mágica.
Para quien no te sitúe, Fernando. Hablemos de los años 80.
Yo coincidí con Manolo Orantes y José Higueras en la Copa
Davis, pero Orantes tiene diez años más que yo. Después coincidí también con
Joan Aguilera, Emilio Sánchez Vicario, Sergio Casal, todo ese grupo, aunque
ellos sí son más jóvenes. Entre todos me ayudaron mucho para meterme.
¿Cómo empezaste?
Empecé de recogepelotas en el Club de Tenis La Salut, igual
que Orantes. Iba al colegio allí, pero todas las horas libes que tenía las
destinaba a jugar a tenis, aunque fuera contra el frontón.
¿Soñabas con ser profesional?
Al principio no, te lo tomas como un juego porque es
divertido, pero en mi caso subí muy rápido el nivel. Después de un año jugando
ya quedé campeón de España cadete. Hasta los 14 años no había cogido nunca una
raqueta, pero pasaba cientos de horas jugando, los fines de semana no salía de
la pista, por eso subí tanto el nivel.
¿Qué te decían tus entrenadores?
Mi entrenador era Pedro Mora, el mismo que sacó a Orantes y
al resto de jugadores del club. Me decía: ‘Tú vales para esto, tienes un físico
impresionante, no te cansas nunca’. Me motivaba mucho, gracias a él me fui
enganchando, a partir de salir campeón de España cadete fui pensando en hacerme
profesional.
¿Cuál es el punto de inflexión?
Con 17 años quedé campeón del mundo junior, gané la Orange
Bowl. Aquello me cambió todo, me salió un sponsor con Lacoste, tuve suerte
porque el dueño pertenecía a mi club. Me hizo un contrato increíble y con eso
ya podía mantenerme para viajar por todos los torneos. La RFET me pagaba todos
los viajes, así que me obligaron ese año a jugar todos los torneos junior de
Europa para que ganase títulos para ellos. Lo malo es que no me dejaban
disputar los Grand Slams, mientras que otros jugadores de mi edad, como Clerc,
ya estaban en el circuito.
Hasta que te hiciste profesional, ¿qué tal ahí?
Muy bien, subí igual de rápido. Antes se jugaban los
satélites, que se componían de tres torneos y luego te clasificabas para un
Master, donde había en juego el doble de puntos. Pues solo jugué un satélites
en mi vida, porque gané los cuatro torneos y cogí los puntos suficientes para
empezar a jugar los Challenger. En mi primer año disputando los ATP terminé #90
del mundo.
No recuerdo nada igual.
Yo creo que no, hace poco leí que había sido el primer
español de la historia en ganar un ATP Challenger. En Cuneo lo gané, Italia.
¿Cómo te fue en el segundo año?
Seguí subiendo, ahí me coloqué cerca del #60. Mi techo
estuvo en el top30.
¿Por qué no subiste más?
Tuve problemas, con 20 años me operaron de una hernia
discal, que en aquellos tiempos era súper peligroso. El doctor Bestit, por
aquel entonces médico del FC Barcelona, me dijo que tendría que dejar el tenis,
que si me operaba podía quedar inválido… ¡con 20 años! Estuve un par de
temporadas sin apenas competir, con un dolor horrible las 24 horas, hasta que
di con un neurocirujano muy bueno que me cambió la vida. ‘Tú tranquilo que yo
te opero y en tres meses estás nuevo’, me dijo. Me dejó perfecto, a partir de
ahí ya me dediqué por completo al tenis, aunque perdí dos años.
Volviste a lo grande.
Sí, empecé a ganar torneos Challenger, creo que gané unos
8-9 torneos en esta categoría, hasta que me volví a meter y ya no me salí del
top100 en once años. El problema que tenía era que no podía jugar torneos en
pista rápida, solo en tierra batida.
¿Y eso?
Por la operación de la hernia, en pista rápida se me cargaba
mucho, yo prefería deslizarme en arcilla, donde todo era más suave. Mientras
los demás jugaban 30 torneos al año, yo jugaba 15, así que tenía que competir
muy bien para estar a la altura de mis rivales. Tuve mala suerte con la
espalda, igual hubiese podido llegar al top10 de haber jugado más en pista
rápida.
¿Cómo se jugaba en aquella época?
El prototipo era Orantes, con mucho toque, mucha mano, no se
pegaba tan fuerte como ahora. Mi época fue la de Björn Borg, él tenía tres años
más que yo, él fue quien empezó a pegarle muy liftado, así que yo intentaba
replicarle. Había que mover mucho al rival, se utilizaba siempre el revés
cortado, con el cortado no fallaba una (risas). Yo viajaba con Jordi Arrese,
Juan Aguilera y Alberto Tous, todos entrenados por Lluís Bruguera.
¿Cómo se trabajaba fuera de la pista?
Mucho más relajado, sobre todo el físico. Nosotros lo que
hacíamos era correr mucho, dos horas diarias, nos íbamos al campo y a correr
20km. Sobre todo en las pretemporadas, que igual duraban cuatro meses porque
solo jugábamos torneos de tierra batida. Después íbamos al gimnasio pero las
pesas casi no las tocábamos, lo que queríamos era estar en buena forma para
aguantar mucho tiempo, pero la fuerza casi no la entrenábamos.
¿Y después de cada partido?
No había fisios, hacíamos estiramientos entre nosotros, igual
correr cinco minutos para soltar, lo que sí teníamos era preparador físico.
Cuando empezamos con Lluís Bruguera cogimos un preparador físico que nos
ayudaba siempre en Barcelona. Después de Vilas con Tiriac, yo fui el segundo
jugador que empecé a viajar con entrenador, además de Pato Álvarez con Emilio,
Casal y el resto de su grupo.
Lluís Brugera y Pato Álvarez, menuda rivalidad.
Sí, sí. Entre Bruguera y Pato había un pique increíble, no
se hablaban nunca, las declaraciones que hacían el uno del otro eran tela.
Luego entre los jugadores había buena relación, pero entre ellos había mucho
ego, se pensaban que eran los mejores (risas).
¿Lo pagaste de alguna forma?
Yo no, pero Sergi Bruguera salió muy perjudicado. Cuando
Sergi empieza su carrera, en ese momento el equipo de Copa Davis lo formaban
Emilio, Sergio y Javier, que ya eran mayores. Sergi entró con 19 años y le
hacían boicot, no le hablaban, había muy mal ambiente.
Llegaste a jugar 13 partidos en Copa Davis, ¿algún recuerdo
especial?
Debuté justo aquí, en el RCTB 1899, contra Rusia. Estaba
Juan Manuel Couder de capitán. Tenía 18 años, había ganado la Orange Bowl la
temporada anterior, coincidí con Orantes, Higueras y Antonio Muñoz. Me acuerdo
de una eliminatoria muy famosa contra Alemania, en cuartos de final. Jugamos
Higueras y yo los individuales, porque Orantes estaba un poco tocado, así que
él jugó el dobles con Ángel Giménez. Empecé yo jugando contra el #1 alemán (Uli
Pinner) y le gano, estábamos en Valencia. Luego sale Higueras contra el #2,
Rolf Gehring… menudo follón. Ganaba Higueras 6-3 y 6-1, pero ya sabes que Pepe
tenía un juego un poco aburrido, pasaba muchas bolas, hasta que en un punto se
levanta alguien del público y empieza a silbarle. ¡Solo uno, eh! Higueras se
calentó y le dijo: ‘¿Qué quieres, que juegue bonito? Pues ahora verás’.
Las tiró todas a la valla, a propósito. Perdió 6-1, 6-2 y
6-1, los tres sets seguidos. El público le quería pegar, aquello fue una buena
anécdota. Al final perdimos, Higueras tiró también el parido siguiente y yo
terminé perdiendo el punto decisivo, así que nos ganaron 2-3. Al día siguiente,
José María García escribió un artículo muy bueno: “No sabemos si Higueras
estaba en la luna, o Luna en la higuera” (risas).
Seguro que estas anécdotas salen a relucir en cada comida.
Nos llevamos increíble entre nosotros, somos como una
familia, pero es que antes era todo muy diferente. Viajábamos juntos en grupo,
íbamos a comer juntos, salíamos por la noche juntos a ver la ciudad… ahora va
cada uno por su lado, se saludan solo cuando entrenan. Es verdad que antes no
era todo tan profesional, éramos una gran familia y luego en la pista
peleábamos a muerte.
Lluís Bruguera, ¿hasta qué punto te ayudó a ser mejor
jugador?
Era un motivador increíble, a mí me ayudó muchísimo a creer
en mis posibilidades. Jugué dos veces contra Björn Borg y recuerdo que me
decía: ‘Sal a la pista convencido de que puedes ganar, porque Borg no sabe
volear, no tiene ni idea. Tú déjale bolas cortas, llévalo a la red y hazle
volear’. Me motivaba de tal manera que salía convencido de que podía ganar
hasta al Nº1, porque en esa época Borg ganaba siempre.
¿Y le ganaste?
Casi (risas). Semifinales de Niza, pierdo 7-5 y 6-1, pero le
tuve 5-2 en el primer set. Y luego en Montecarlo 6-4 y 6-3.
Es que Borg era…
… el tío más sólido del mundo, además cambió el tenis. Todos
los jugadores pegaban plano y cortado, hasta que llega él y empieza a pegar
liftado y revés a dos manos. Fue el jugador que lo cambió todo, junto a
Guillermo Vilas. A partir de ahí, todos empezamos a jugar igual, aunque con
raquetas de madera casi no salía la bola.
¿Te imaginas a los tenistas de ahora con raquetas de madera?
No harían nada, no podrían con ella, 500 gramos pesaban. Yo
siempre estaba lesionado de la muñeca por eso, era un chico muy delgado y
apenas tenía fuerza. Cada dos semanas tenía que parar por el tema de la muñeca.
¿Cómo era Borg en las distancias cortas?
No hablaba mucho, era muy tímido, muy humilde. Saludaba a
todo el mundo, siempre que te veía te daba la mano, era buena persona. Parecido
a Rafa Nadal, muy buen tío. Al final, el jugador que más dedicación le pone es
quien acaba llegado a lo más alto, esto es innegociable en mi época y en la de
ahora. El trabajo es la clave de todo, más que el talento.
¿Qué me dices de Rafa?
Es mi ídolo, le admiro muchísimo […] Por las forma de jugar,
las horas que entrena, lo bien que se prepara, su fuerza mental, los partidos
que ha remontado, todo esto es a base de un sacrificio increíble. De no ser por
Djokovic, sería el mejor de la historia.
¿No hay nada más allá de los números?
No, al final la estadística manda. Si Djokovic gana más
Grand Slams, entonces es el mejor de la historia.
¿No te recuerda Nadal un poco a Borg?
Mucho, porque Borg era el tipo más trabajador que había,
Nadal representa lo mismo. A base de mucha lucha consiguió todo, qué pena que
se retirara tan joven. Lo dejó a los 26 años, yo no me retiré hasta los 32.
¿Cómo cayó esa noticia en el vestuario?
No nos lo podíamos creer, en ese momento era el Nº1 del
mundo. Se retiró porque vio que McEnroe le estaba ganando, no podía soportar
que lo superara, él quería ser siempre el Nº1. Aquella final de Wimbledon acabó
con él, le pesó muchísimo. Es una lástima, recuerdo que hubo una temporada
donde solo perdió un partido, lo ganaba todo, era una barbaridad. Te diría que
es el mejor Nº1 que he visto nunca, si hubiera seguido habría marcado una época
brutal, igual que la de ahora.
Borg contra Nadal, ¿quién gana?
Hubiera estado muy igualado […] El que ha sido un gran
campeón, lo hubiera sido antes y ahora, esa es mi opinión. No se pueden
comparar épocas, empezando por el material, es que no se puede pegar con una
raqueta de madera, no sale la bola, la madera no despide. Pero te digo: la
mentalidad de los grandes campeones hubieran sido igual de buenas en cualquier
época.
Si te pregunto por el mejor momento de tu carrera…
Cuando gané la Orange Bowl, campeón del mundo junior, ganar
ese título hizo que se me abriera el mundo. Aquello me permitió hacerme
profesional y vivir del tenis.
Como entrenador también viviste cosas muy bonitas.
Por supuesto, empecé a entrenar con Lluís Bruguera, allí en
la Academia. Estuve de entrenador de Sergi Bruguera muchos años, le ayudé a
ganar dos Roland Garros, entrenaba con él todos los días. Sergi tiene trece
años menos que yo, cuando gana Roland Garros él tenía 22 y yo 35. Entrenábamos
juntos tres horas diarias, era matador.
Es que Sergi también era tela…
Otro campeón increíble, una mano espectacular, una derecha
con bote que te metía cuatro metros para atrás, al estilo Nadal. Fue el primero
en jugar así, tiraba con mucho peso, aún con más peso que Nadal incluso. Si ves
la final de Roland Garros, el otro jugador estaba en la valla. Todavía me
acuerdo de aquel partido con Thierry Champion en París…
¡Triple 6-0!
Triple 6-0, le quería dejar ganar un juego en el tercer set.
Nos miró a la grada, estaba yo con su padre, y nos dice: ‘Le regalo un juego
porque éste es imposible que me gane’ (risas). Iba 40-0 de Champion, pero ni
aún así pudo, las terminó fallando él solo. Esto es imposible que vuelva a
pasar, ahora está todo más igualado.
¿Cuál es tu peor recuerdo?
Quizá las operaciones de espalda, me limitó muchísimo a la
hora de jugar torneos. Me han operado tres veces de hernia discal. Además de
aquella primera con 20 años, luego tuve que volver a operarme con 27, pero ahí
ya sabía cómo funcionaba todo, así que la rehabilitación la hice muy bien con
Salva Sosa, mi preparador físico. De hecho, nada más salir de aquella
recuperación me metí en la final del Grand Prix de Madrid, en el Club de Campo,
me dieron una WC y llegué a la final.
¿Y la tercera?
La tercera fue hace cuatro años, mucho más reciente. Ahora
ya no puedo volver a jugar a tenis, tengo el pie que no lo siento por culpa del
nervio ciático, solo puedo caminar, pero correr no. Ahora estoy todo el día
caminando también juego mucho a golf, es tremendo cómo engancha el golf, juego
tres veces a la semana.
Jugaste dos finales ATP en tu carrera, las dos se te
escaparon.
Aparte de la de Madrid, perdí otra en Aix-en-Provence contra
Juan Aguilera. Es curioso porque siempre le ganaba, pero ese día perdí. Siempre
me lo recuerda cuando me ve, nos hacemos bromas (risas).
En partidos así, ¿dónde se sentaba Lluís Bruguera?
Estaba ahí mirando, pero arriba del todo en la grada, sin
decir nada, simplemente observaba el partido de lejos. Éramos del mismo equipo,
con Joan jugamos casi diez veces, y con Jordi Arrese igual, un montón. Mira,
tengo otra anécdota curiosa: tengo el rércord de la ATP de errores no forzados
en un partido: UNO.
Cuéntame.
En el torneo de Casablanca, contra Martin Strelba, que
estaba top60. Le gané 6-0 y 6-1. Ahora que hacemos esta reunión entre jugadores
siempre me lo recuerdan, porque en un momento del partido iba ganando 6-0 y
5-1, todavía no había cometido un error en todo el partido, hasta que pego una
derecha que se me marcha al pasillo por un dedo. En ese momento grité: ‘¡Nando,
no arriesgues!’. Había varios jugadores españoles mirando aquel partido y
siempre me recuerdan esa anécdota (risas). Luego, cuando acabó el encuentro, me
llamó una persona de la ATP, la que se encargaba de las estadísticas, y me dijo
que solamente había hecho un error no forzado.
Con 177 victorias oficiales, eres el cuarto tenista de la
historia con más triunfos sin ganar nunca un título ATP.
Me faltó ese premio, me quedó esa espinita. En aquel momento
se llamaban torneos Grand Prix, pero sí, me faltó vivir esa sensación. Lo
compensó el haber ganado cuatro veces el campeonato de España, que por aquel entonces
sí tenía un valor muy importante, no sumaba puntos pero se ganaba mucho dinero,
porque venían los sponsors con contratos.
¿Alguna anécdota más que sumar a la entrevista?
Tengo una muy buena con Bruguera en Estados Unidos.
Jugábamos en Boston, en pleno verano, 45º de temperatura y menos mal que era
tierra verde. Eran cuartos de final, un torneo Grand Prix, jugaba con Ganzábal,
un argentino. Íbamos 3-3 en el tercer set, con una humedad del 100%, aquello
era insufrible, no se podía ni respirar. De repente me cogió una insolación,
hasta el punto de que veía llegar dos pelotas, a veces le daba a la que no era
(risas). Le digo a Bruguera: ‘No puedo continuar, me van a explotar los
pulmones, estoy asfixiado’. Y entonces Lluís me dice: ‘¡Mira cómo está el otro!’.
¿Cómo estaba?
Estaba allí en un rincón, vomitando, intentado taparse. Ese
partido lo gané gracias a Bruguera, me empujó para aguantar porque sabía que el
otro iba a caer antes que yo.
De todas las novedades que se han implementado en el tenis,
¿cuál te llevarías a tu época?
Me hubiera gustado tener la tecnología de las raquetas, que
saliera la bola mucho más. También el tema físico en cuanto a la preparación,
nosotros no le dábamos tanto importancia, lo único que hacíamos era correr.
Y el prize money…
¡Hombre! (Risas) Cuando llegué a octavos de final de Roland
Garros en 1983 me pagaron 30.000€. Ahora por hacer cuarta ronda se gana
240.000€. Se ha disparado todo, pero fue por culpa del fútbol. Antes en el
fútbol apenas se ganaba dinero, pero empezaron a fichar a jugadores por muchos
millones y eso lo cambió todo, afectó también a otros deportes.
¿A qué jugador te hubiera gustado enfrentarte?
Rafa Nadal, seguro. Aparte de que es mi ídolo, me hubiera
gustado vivir la sensación de ese bote tan característico suyo, tan rápido, tan
vivo. Siempre que le vi jugar notaba cómo sufría el rival, aquí le he visto
enfrentarse a jugadores que estaban top40 y les hacía parecer malísimos, les
metía 6-0 y 6-1. ¡Es que no podían meter la bola dentro!
Te van los desafíos.
Igual que jugué con Borg, me hubiera encantado jugar contra
Nadal.
¿Hay vida después de Rafa?
Tenemos suerte con Alcaraz, otra máquina increíble. Le veo
como Nº1 del mundo muchos años junto a Sinner… pero como Nadal será difícil que
veamos algo, ganar 14 veces Roland Garros es impensable.
Antes de terminar… ¿qué tal una última anécdota?
¡Tengo muchas! […] Recuerdo jugar contra Jay Berger en
Wimbledon, un americano que fue top10. Los dos jugábamos desde el fondo, en la
Pista 1, y allí se presentó Rod Laver a mirar un rato el partido. A su lado
estaba un periodista español muy bueno, Josep María Ducamp. Pues coge Laver y
le dice: ’En mi vida he visto pasar tantas bolas aquí en Wimbledon’ (risas). Se
quedó alucinado Rod.
Entrevista de Fernando Murciego a Fernando Luna