Muchos sueñan con emular a Nadal, Federer, Djokovic o Serena Williams. Para ellos el deporte no es sólo una afición también forma parte de su futuro.
Muchos padres comparten este sueño y ya ven a sus hijos en lo más alto del
podio y ganando mucho dinero. Pero el camino para llegar a ser deportista
profesional no es fácil. No solo porque aunque son muchos los que lo intentan
muy pocos lo consiguen, sino también porque implica mucho esfuerzo y renuncias.
Junto con todos los indudables beneficios del deporte y las
experiencias que adquiere el adolescente el compañerismo que se crea en los
viajes y entrenamientos, las vivencias que adquieren y los países que conocen
por poner solo unos ejemplos el camino para convertirse en un deportista
profesional es duro y se puede correr el riesgo de que el placer de jugar se
convierta en una obsesión. En ocasiones, las excesivas horas de entrenamiento
llevan implícitas que el menor se pierda experiencias claves de su edad, deba
renunciar a sus amigos y familia e incluso aparcar los estudios. Es aquí donde
la familia juega un papel fundamental.
Los padres son una pieza clave en el engranaje necesario
para hacer de un adolescente un deportista profesional. Son imprescindibles
para apoyar a su hijo en su deseo de dedicarse al deporte, deben servir de
referencia en un momento en el que el niño deja de ser un aficionado y empieza
a entrenar en serio y apoyarle si por algún motivo al final no lo consigue,
según destaca Fernando Gimeno Marco, profesor del departamento de Psicología y
Sociología de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de Zaragoza,
quien mantiene que si lo padres se involucran adecuadamente el resultado en
todos los aspectos será muy positivo. Aunque desgraciadamente no siempre la
respuesta de la familia es la deseable.
El principal papel de los padres es animar al menor, ya que
un niño no puede realizar un deporte de forma autónoma, necesita el apoyo
familiar. A medida que el menor comienza a destacar, la implicación va
aumentando y el papel de los padres se convierte en más importante. Toda la
familia puede verse involucrada, ya que en muchos casos debe modificar su
rutina y tiempo libre para adecuarla a los horarios, calendario y viajes del
jóven deportistas e, incluso, en algunos casos deben cambiar de residencia para
vivir cerca de algún centro de alto rendimiento o escuela deportiva.
Jugar debe ser un placer
Uno de los mayores problemas se plantea cuando los padres
ponen en sus hijos unas expectativas tan elevadas que le terminan ahogando, ya
que puede ocurrir que el niño sienta que no está a la altura de lo que se
espera de él. El placer de jugar nunca debe dejar paso a la obsesión y “los
padres deben mostrarse todo su apoyo, pero deben sujetar su entusiasmo e
ilusión para que el niño no se sienta presionado”, según Gimeno, que aconseja
que dejen a los menores tomar sus propias decisiones. “Hay que dejar que el
niño decida, aunque eso suponga una equivocación, ya que los errores forman
parte del proceso de aprendizaje y en el deporte, al igual que en otros
aspectos de la vida, un niño sobreprotegido es difícil que se desarrolle
adecuadamente”.
Además, los padres deben limitarse a ser eso, padres, y no
intentar suplir a los entrenadores. “Igual que un padre no suele ir a ver al
profesor de matemáticas de su hijo para decirle como debe dar la clase, en el
deporte tampoco debe cuestionar la metodología y las decisiones del entrenador,
aunque le parezcan equivocadas”.
Por otra parte, en lo que coinciden todos los expertos en
que no es bueno que los niños que se preparan para ser deportistas de élite
abandonen sus estudios, aunque su futuro sea muy prometedor. Es importante que,
a pesar de las horas de entrenamiento que exigen algunos deportes, saque tiempo
para seguir con sus clases, no sólo porque nunca se sabe lo que puede pasar y
no siempre se consigue vivir del deporte, sino además porque de esta forma se
evita que el niño se aisle en el ambiente de la competición, que es un mundo de
adultos, y pueda hacer además cosas habituales en niños de su edad.
Por último, Gimeno insiste en que es importante que los
padres admitan y acepten que unas veces se gana pero otras no, y que puede
ocurrir que sus hijos no sean tan buenos como ellos creían, ya que son pocos
los que finalmente consiguen su objetivo
Que hacer
Apoyar a sus hijos
-Ir a los entrenamientos y partidos para animar
-No dejar que abandone sus estudios
-Conocer el sitio y las personas con las que hace deporte su
hijo
-Dejar que el niño se equivoque, forma parte del desarrollo
y del aprendizaje
-Admitir y preparar a su hijo para el fracaso. Solo unos
pocos consiguen el objetivo
Que no hacer
-Dejar que el niño compita profesionalmente antes de los 13
años
-Ir a los partidos y entrenamientos a opinar, cuestionar o
criticar al resto de jugadores
-No poner en su hijo tantas expectativas que acaben
agobiandolo
-Criticar las decisiones del entrenador
-Presionarlo para que sea el mejor