Por Raúl Gómez Samperio
En el deporte, perder también tiene sus alicientes. En
realidad, perder puede ser el mejor aprendizaje y el mejor estímulo para ganar,
de la misma manera que, en ocasiones, ganar es perder una gran oportunidad para
ser mejor. Borges aseguraba que la derrota tiene una dignidad que la victoria
no conoce. Y es verdad, porque hay victorias vacuas y derrotas enriquecedoras.
Alfonso XIII no sólo perdió su trono y su palacio
santanderino. Cuando en compañía del alcalde de Santander, Luis Martínez,
visitaba la península de La Magdalena para comprobar cuál era la mejor
ubicación para construirlo, un juego de reyes le tentó para apearse del
automóvil que conducía Juan Pombo. Se trataba del tenis, un juego medieval que
comenzó a popularizarse en los conventos franceses allá por el siglo XI, cuando
los monjes estiraban una cuerda a través de los cuadriláteros de los claustros.
Como compartiendo una oración, la pelota pasaba de parte a parte impulsada con
la palma de las manos, saltando sobre un campo hecho mitades. El juego de los
rincones de Dios pasó a las cortes palaciegas de una nobleza que no quiso
ensuciarse las manos, por ello se inventó la raqueta y proliferaron los recintos
cerrados para practicar este juego. Cuentan que Enrique VIII de Inglaterra
estuvo tentado de declarar la guerra cuando perdió una partida contra el rey
francés, pero aquel día, el rey de España, venía en son de paz.
El deseo de jugar
Era el 9 de agosto de 1908. Los socios y socias del Tenis
mostraban su entusiasmo ante la presencia del rey. Ellas vestían faldas largas
y blusas cerradas, ellos pantalones blancos y camisas de manga larga. Alfonso
XIII se acercó mostrando su deseo de jugar y, a la carrera, se formaron dos
parejas mixtas para organizar un set. Primero lo hizo con Elvira Caller, contra
Rafaela Quijano y Enrique Vial. Se notaba que el monarca ya conocía el juego,
pero dejaba mucho que desear a la hora de empuñar la raqueta. Nadie se atrevía
a corregirle. Sus errores se interpretan benévolamente como frutos de la mala
suerte y, cuando acertaba, se le felicitaba y aplaudía efusivamente. La pareja
rival hizo esfuerzos para disimular sus deseos de que el rey de España se
impusiera, pero no lo consiguió, porque ganó 6-3. El sabor de la primera
derrota no desalentó a su majestad. Pidió otro juego y formó pareja con Rosario
Pombo, contra Consuelo Bolado y el marqués de Bayamo.
La Sociedad de Tenis de Santander
El grupo, que iba consolidándose, se fijó en los terrenos
del velódromo de la Magdalena, un amplio y hermoso terreno ya cercado, con
algunas obras empezadas. Para afrontar el alquiler de aquellas instalaciones,
los deportistas se formalizaron como sociedad. Gilberto Quijano y Ruperto
Arrarte
copiaron el reglamento del Círculo de Recreo y lo adaptaron al tenis.
La novedad más importante fue que, por primera vez en Cantabria, las mujeres se
incorporaban a la vida activa de una sociedad, no como invitadas, sino como
jugadoras y socias con participación en la junta directiva y con pago de sus
respectivas cuotas. Fue una verdadera revolución para la época. La primera
junta directiva de la denominada entonces Sociedad de Law-Tennis de Santander
se formó en 1906, presidida por el conde de Mansilla y compuesta, además, por
Gilberto Quijano, Joaquín Pombo, Ruperto Arrarte, Enrique Vial, Jaime Chappui y
las señoritas Rafaela Quijano, Anita Torres y Concha Pombo.
El 30 de julio de 1908 hizo una visita a las instalaciones del Tenis la infanta Isabel. Fue un acontecimiento que concentró a lo más selecto de la sociedad. Pocos días después, el mismo rey se disponía a jugar el segundo set con Rosarito Pombo, contra Consuelo Bolado y el marqués de Bayamo. En esta ocasión se esforzó un poco más, pero volvió a perder. Y la dignidad de la derrota le honró. Cuando el rey decidió marcharse fue estrechando la mano a todos los jugadores y directivos. Luego subió al automóvil y se despidió diciendo: “Hasta el año que viene”. Y el rey volvería, porque perder puede ser el mejor aprendizaje y el mejor estímulo para ganar.
Alfonso XIII aceptó la presidencia de honor y otorgó al club
el título de Real que aún conserva. Desde mayo de 1909, el Tenis pasaría a
llamarse “Real Sociedad de Law-Tennis de Santander”. Pocos meses después, el 6
de agosto, se celebraba la primera competición de tenis en Cantabria, la Copa
Santander. Todo por unos juegos perdidos de un rey que confirmaron que hay
victorias vacuas y derrotas enriquecedoras.