Los hermanos Slazenger introdujeron su pelota en Wimbledon
en el año 1902. Hoy contamos la historia de uno de los patrocinios más longevos
del deporte.
Toda persona que esté viva o esté leyendo este artículo, tenga la edad que tenga, no ha conocido Wimbledon sin la pelota Slazenger, una relación que se extiende ya hasta los 121 años de historia. Sin embargo, pocos conocen cómo fueron los inicios de esta fabulosa sociedad, un relato controvertido que merece la pena rescatar.
Cojan una maleta grande porque nos vamos lejos,
concretamente, dos siglos atrás. Fundada en 1888 por los hermanos Slazenger,
esta marca deportiva inglesa nació sin prestar demasiada atención a los
deportes populares, como pudieran ser el fútbol o el rugby. Desde el inicio se
detuvo más en otras disciplinas como el golf, el hockey, el cricket o el tenis.
¿Pero el tenis ya existía? Por supuesto, aunque estaba en plena adolescencia.
Nuestro deporte favorito se extendió como un rayo por todo el mundo a mediados
de la década de 1870. El motivo fue el tremendo atractivo que tenía y la
facilidad para que lo practicaran hombres y mujeres, pero también por la
cantidad de fabricantes de equipación deportiva que había por aquel entonces
con experiencia para lidiar con las altas expectativas que se habían generado
alrededor de aquel invento concedido al Major Wingfield.
La irrupción del tenis fue un éxito total, disparando la
creación de materiales para su práctica sobre césped. Entre 1874 y 1900 hubo en
Londres más de cien empresas fabricantes de material exclusivo para tenis en
hierba, ¡solo en Londres! El invento había llegado para quedarse y también para
generar mucho dinero, así que rápidamente despertó el interés de una familia de
Manchester. Ralph Slazenger (36) y Albert Slazenger (30) fueron los fundadores
de una de las primeras empresas de élite inglesas. Curiosamente, su primer
cometido fue la fabricación de paraguas, en 1881 se pasaron a la venta de
polainas, hasta que el tenis terminó por enfocarles hacia un horizonte mucho
más definido.
En 1883 se trasladaron a un nuevo almacén situado en Cannon
Street para centrarse en el deporte blanco. Ralph –que años después acabaría
siendo alcalde de Londres– se encaraba de la producción, mientras que Albert
–el más joven– se ocupaba de las ventas. Su primera culminación fueron unas
zapatillas de tenis que llegaron a tener hasta 16 modelos en el mercado.
También intentaron desarrollar una raqueta propia, aunque aquí chocaron con los
prototipos de otras marcas ya consolidadas que, además, contaban con el apoyo
de jugadores consagrados. Por ejemplo, la ‘Demon’ estaba respaldada por los
hermanos Renshaw, mientras que la ‘Doherty’ lucía este nombre por Laurie
Doherty.
LA CATEDRAL DE LOS SUEÑOS
Puestos a elegir, los Slazenger no se conformaron con poco, quisieron apuntar al torneo más antiguo del mundo: Wimbledon. Celebrado desde 1877 en el All England Lawn Tennis and Croquet Club, el evento apostó por la pelota Ayres desde 1879, además con gran satisfacción. La llave para cambiar la historia la tuvo el secretario del AELTC, Archdale Palmer, juez jubilado que guardaba una relación de amistad con los hermanos. Este hombre se introdujo en el vestuario e hizo una encuesta rápida: ¿preferís la pelota Slazenger o la Ayres?
Ganó la Slazenger, aunque muchos jugadores estaban
patrocinados en ese momento por la propia marca, pero esta es una información
que se supo años después. La cuestión es que Palmer creyó que el cambio era lo
correcto, así que presentó el caso al club en el verano de 1901. La propuesta
se aprobó y entró en vigor en 1902, dando lugar al que, a día de hoy, sigue
siendo el patrocinio más longevo de la historia del deporte. Y uno de los más rentables.
Años después salieron los trapos sucios. Primero se destapó
que algunos miembros del AELTC eran accionistas de Slazenger, aunque lo que más
comentarios generó fue ver la estrecha relación que había entre Palmer y los
hermanos Slazenger. De hecho, tras la edición de 1901 se reveló la siguiente
carta escrita por Palmer enviada a la empresa Ayres: “Las pelotas que han
suministrado este año han dejado una gran satisfacción en el torneo, casi todos
los jugadores están encantados con la calidad”. ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué
aquel giro de guion? Nunca se supo, aunque quizá esta aclaración os ayude a
entenderlo. Tres años después de introducir la nueva pelota, Palmer renunció a
su puesto en el AELTC y se convirtió en director gerente de Slazenger, donde
permaneció el resto de su vida laboral. La LTA dio luz verde a una
investigación en busca de cualquier trampa, pero nunca se encontró ninguna
irregularidad.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
No se crean que todo es felicidad en esta historia, ya que hubo una empresa que salió muy mal parada de aquel cambio de cromos. Ayres sufrió muchísimo aquella pérdida, estuvo tambaleándose hasta 1940, momento en el que fue absorbida por otra empresa mayor, una que presumía de producir los mejores equipamientos deportivos de la época. Esa empresa era Slazenger. Aquella pareja de hermanos lo había logrado, apartando primero a su competencia directa, uniendo su nombre al del torneo más prestigioso del mundo y, finalmente, absorbiendo al enemigo para abrazar más cuota de mercado. La jugada había salida redonda, como su pelota.
Han pasado 121 años desde aquello y puede que algunos lo
vean como una táctica poco noble, rozando lo perverso e incluso lo fraudulento,
pero así es como funcionaban las cosas a finales del s.XIX. No existían
restricciones en lo referente al comportamiento comercial de las empresas, de
hecho, la mayoría se comportaban de un modo similar. Ayres, sin ir más lejos,
había mantenido su contrato con Wimbledon dos años antes a cambio de financiar
una nueva pista para el torneo. Confirmado queda que el deporte es para listos,
independientemente del ámbito.