Lo que Rafa nos ha hecho sentir…..
Podrán venir otros que ocupen su hueco, pero ya nada será
igual. Nadal es como ese primer amor, ese que dicen que nunca se olvida
Era agosto del 2008. No recuerdo el día. Estaba de fiesta en
una discoteca de Torremolinos con mi mejor "amiga". El reloj pasaba de las 3 de
la mañana y decidimos salir de ahí para ir al bar de al lado. Ponían en una
televisión gigante el partido de Rafa Nadal en Canadá. Se enfrentaba a Richard
Gasquet y había perdido el primer set. Nos olvidamos de la fiesta, nos
olvidamos de todo. Pedimos una copa y nos sentamos en la terraza a ver el final
del partido, que terminó remontando. Y es que, ese era Rafa, el culpable de
hacer que pararas de hacer algo por completo, no importaba el qué, para pegarte
a la televisión y verlo jugar.
Este es solo un ejemplo. Podía contaros decenas más. Como
cuando me mantenía despierto hasta las seis de la mañana para verlo jugar en
Estados Unidos, cuando salía corriendo de un examen en enero para verle en
Australia; cuando declinaba un plan con unos amigos para verle en una final de
Masters 1000 en tierra, o cuando me buscaba la manera de que mi jefe no se
enterase que tenía puesto su partido mientras trabajaba en la oficina. Seguro
que tú, que me estás leyendo, tienes otros muchos ejemplos más con Rafa Nadal
como culpable de haberte pegado a la televisión y haber dejado todo para verle.
Porque el Nadal deportista ha sido una cosa que no tiene
comparación. Podrás ser de Roger, de Nole, del tenista que sea, pero hay que
reconocer que ese espíritu competitivo que ha tenido -y tiene- Rafa no se ha
visto nunca antes en el mundo del deporte. Junto a sus máximos rivales,
formaron el grupo perfecto a los ojos de todo el mundo. Cada uno en su papel,
imposible diseñar un mejor plantel de actores para la época más dorada de la
historia del tenis.
Tuvo que hacerse amigo del dolor
Qué distinto habría sido todo con un simple ‘No’. Nos vamos
al año 2005. Rafa venía conviviendo con un dolor intenso en el pie desde su
irrupción en el circuito. Ya, por aquel entonces, atraía muchas miradas y
empezaba a ganar grandes títulos. En Madrid, por ejemplo, cuando se disputaba
bajo techo y en pleno otoño, Rafa remontó un partido que parecía imposible ante
Ljubicic. Al día siguiente de salir campeón, Nadal se levantó cojo. No podía
andar.
Empezó entonces un vía crucis por varios médicos para
detectar cuál era el problema. Todos le recomendaron abandonar la práctica
deportiva. Tenía una enfermedad en el escafoides, uno de los huesos situados en
mitad del pie, esencial para la movilidad. Le iba a ser imposible competir con
tal problema. Entonces, otro médico le diagnostica el síndrome de Müller-Weiss.
Un problema que se origina en la infancia y que aparece con el paso de los
años. ¿Había solución? Una, pero que podía traer graves consecuencias: poner al
límite su cuerpo.
Rafa podría haber optado por el camino fácil y haber dicho
‘No’. Se habría ahorrado multitud de problemas y no habría condicionado su
cuerpo para el día de mañana. Aceptó el peaje a pagar. Quién sabe qué decidiría
ahora si pudiese volver atrás en el tiempo, pero ya nada cambiará que eligió
usar esas plantillas extremas que cambiaron por completo su manera de pisar, lo
que le provocó multitud de lesiones en el tren inferior. Lesiones que acarreó
hasta el final de su carrera, obligándole a hacerse amigo de una palabra que,
por desgracia, iba a ser muy frecuente para él: dolor.
Ahí donde muchos de nosotros habríamos tirado la toalla, él
no lo hizo. Remó y luchó contra todos y cada uno de los problemas físicos que
sufrió por culpa de esto. Solo él sabe el dolor que ha podido soportar para
mantener vivo su sueño de ser tenista. Aparte de los Roger, Nole y Andy, Nadal
tuvo que lidiar contra otro rival muy duro. Quizá, el más duro de todos: su
propio cuerpo.
Rafa, el profesor
En nuestra vida, hemos tenido multitud de profesores. En el
instituto, en el colegio o la Universidad. Aunque Rafa Nadal no haya formado
parte del equipo docente de profesores que nos dieron clase, del balear podemos
decir que ha sido nuestro profesor. Y es que, de una forma u otra, Rafa nos ha
enseñado cosas muy importantes en nuestras vidas.
Es difícil encontrar un mejor ejemplo. A mí, personalmente,
Nadal me ha enseñado que nunca hay que rendirse, que nunca hay que bajar los
brazos. Por muy mal que pinte, por muy en contra que lo tenga, siempre hay que
creer. Hay que insistir, aguantar, mantenerse, porque todo puede cambiar. En
cuanto menos lo esperes, habrá una oportunidad para subirse al tren. Siempre
hay que mantener la esperanza. Si se da, perfecto, lo aprovechaste. Si no se
da, hay que sentirse orgulloso porque en el camino a eso, aprendimos.
“Aguanta, aprende a superar tu debilidad y el dolor.
Esfuérzate hasta el límite y no te derrumbes nunca. Si no aprendes eso, nunca
serás un deportista de élite”. Esas son las palabras que Rafa tiene grabadas a
fuego en su mente de lo que le enseñaba Toni cuando era pequeño. Como todos,
Rafa también tuvo un maestro. En su caso, Toni. Nunca podremos agradecerle
suficiente a Toni el trabajazo que hizo con su sobrino.
Antes de entrar a la pista central de Wimbledon, en julio
del 2008, Toni se dirigió a Rafa y le dijo: “Aguanta. Lucha y pelea hasta el
final. Aguanta, Rafa”. Sabía de lo difícil que iba a ser ganar a Federer en su
casa. Atrás quedaban dos finales de Wimbledon perdidas ante el suizo. A la
tercera quería que fuera la vencida. Y así fue. Aguantó, no solo los golpes de
Federer, sino los diversos parones por lluvia y verse al límite de la derrota
aquella tarde. Aguantó. Vaya si aguantó, y encontró premio.
Entre rendirse por su problema en el pie, y aguantar, Rafa
eligió lo segundo. Nos enseñó a todos, como el mejor profesor de nuestras
vidas, que en la vida nada te llega fácil y que, si tienes un sueño, debes ir a
muerte a por él. Arrepentirse solo de las decisiones que no tomas. Nadal eligió
luchar, y por el camino nos dejó números que asustan:
-22 Grand Slams
-36 Masters 1000
-5 Copa Davis (¿Quizá 6?)
-2 Medallas de Oro
-209 semanas como número 1
Aunque, para mí, el récord más brutal de todos es el de más
títulos en tierra batida (63) que derrotas en esta superficie (50). De haber
podido rendirse, a dejar los números más locos sobre tierra en la historia de
este deporte. Amigos, dentro de 200 años, cuando ninguno de nosotros estemos
aquí, se hablará de un tal Rafa Nadal y se intentará explicar cómo fue capaz de
ganar 14 veces Roland Garros. Ellos tendrán que buscar la respuesta, nosotros
fuimos afortunados de vivirlo.
Su adiós, un vacío demasiado grande
Es difícil explicar qué pasará ahora. Qué sucederá cuando ya
no esté. Siempre nos hicimos esa pregunta: ‘¿Qué pasará en el tenis cuando
Nadal se retire?’. Ahora que eso ya se ha hecho realidad, uno no encuentra la
respuesta. Nada será igual, eso sin duda. Su ausencia deja un hueco que será
difícil rellenar, por mucho que se diga que el tenis seguirá y que habrá otros
que levanten los títulos que un día él levantó. Una parte de nuestro corazón
hoy muere con su adiós.
Y es que, hay una cosa que nunca cambiará, lo que Rafa nos
hizo sentir. Es como ese primer amor, ese que dicen que nunca se olvida.
Llegará alguien que reemplace ese hueco, pero ya nada será igual. Ni mejor ni
peor. Simplemente, diferente. Nos quedará cerrar los ojos y recordar lo
maravilloso que fue el pasado. Al menos, pudimos vivirlo. Si tú también has
tenido esa suerte, déjame decirte que eres un afortunado. Nadie tendrá que
contártelo.
Y en una última lección del profesor Rafa Nadal, el balear
dejó un mensaje de despedida en 12 idiomas, dando las gracias a todos por estos
22 años. Como alumnos, las gracias tenemos que dárselas nosotros a él. Por los
domingos de gloria, por levantarnos del sofá con cada punto, por las clases que
nunca dimos para verle jugar, por las fiestas en Torremolinos que interrumpimos
para verle hacer otra remontada, por sentir parte de su dolor cuando le veíamos
sufrir en pista, por hacernos enamorarnos aún más de este maravilloso deporte.
Y con los vellos de punta mientras escribo estas líneas,
Rafa, simplemente decirte una última cosa: que si hay otra vida, yo quiero
tenerte otra vez más como ídolo