Málaga, 1 de noviembre de 2024
Por José Roses
Buenos días a todos:
Se acerca el final de la temporada profesional, y normalmente, todos los jugadores hacen balance del año y realizan, si son necesarios, los cambios que consideren oportunos en sus respectivos equipos de trabajo. A veces no cambian nada porque consideran que todo funciona correctamente, pero otras, deciden sustituir alguna pieza con el objetivo de mejorar los resultados.
Pero ni yo soy tenista profesional, ni mi equipo es el que suele acompañar a un tenista profesional, ni mucho menos, mi equipo es muchísimo mejor, salvando las distancias, por supuesto. Mi equipo, mis compañeros, respetando a todos, son el mejor equipo que un Director de Escuela podría desear que lo acompañaran.
Son, somos, un grupo de personas, amigos, que disfrutan con lo que hacen cada día, desde el que está más cerca mía a diario hasta el que puede venir menos horas a la semana. Para mí todos son igual de importantes, todos son muy valiosos, porque cada uno de ellos y de ellas realiza su labor con total profesionalidad y pasión por lo que hace, transmitiendo a los alumnos una energía y una felicidad que considero fundamentales en nuestro deporte de base.
Mi equipo no es un equipo, es un auténtico equipazo. Se desviven porque sus alumnos aprendan los objetivos marcados en un ambiente de deportividad y dinamismo inigualables, creen firmemente en lo que hacen, se ayudan a diario para resolver determinadas situaciones que puedan parecer complicadas, pero a la vez disfrutan, sonríen, enseñan, aprenden, comparten y enriquecen.
No son mi equipo, son mis compañeros, así lo creo, así los veo y como tales los trato, sin trampa ni cartón. Les pregunto a diario que les parecen mis decisiones, decisiones que comparto con ellos porque considero fundamental el que participen en cada una de las situaciones que puedan influir tanto en el aprendizaje de los alumnos como en el correcto funcionamiento de la Escuela a nivel interno.
A veces siento que no se es suficientemente justo con ellos, porque desde fuera pienso que no se les valora lo que realmente valen, pero yo sí, yo sin ellos no podría hacer mi trabajo como lo hago, sin ellos mi Escuela, nuestra Escuela, no funcionaría como lo hace. Somos como una columna vertebral, todos juntos podemos desplazar el cuerpo erguido, si falta uno de nosotros, se derrumba, se cae, no avanza. Gracias a ellos y ellas la Escuela funciona, avanza, enseña, aprende.
Mi equipo tiene un valor infinito, y por eso les agradezco lo que a diario hacen por esta Escuela.
Todos son esenciales, fundamentales, únicos. Gonzalo Suiffet, Marcos Ostos, Jesús Galindo, Alicia Gómez, Elena Gómez, Paloma Gómez, Julián Valverde, Diana Húsar y Francisco Piovano.
INFINITAS GRACIAS
Hasta la semana que viene, amigos