El tenista malagueño remonta en un partido trepidante ante
un gran Munar que no pudo hacer nada ante su juego temperamental.
Texto: Copa Sevilla
La final ya era vibrante antes de que los jugadores saltaran
a la pista. No se disputaba en Sevilla una final con dos españoles desde 2012,
y no ganaba un español el Giraldillo desde Pablo Carreño en 2014. Pero en
cuanto comenzó el tenis, después de que la Federación Española de Tenis
entregara al Real Club de Tenis Betis una placa por sus 90 años de historia,
Jaume Munar y Alejandro Davidovich empezaron a conquistar al público sevillano.
Cuando el marcador sellaba un 0-3 a favor de Munar, los
corazones empezaron a acelerarse ante un verdadero festival de dejadas y de
bolas jugadas a centímetros de la red por ambas partes. Llevaba cuatro juegos
en contra Davidovich cuando gana su primer juego. Es entonces cuando
discretamente dice con la mano a sus fans más pasionales que se tranquilicen,
que necesita concentración. Sin embargo, MUnar se lleva el primer set sin
muchas complicaciones.
En el segundo, la fiesta sobre el albero sigue y una bola
del malagueño lleva a Munar hasta las lonas, donde la manda en forma de globo
hacia el cielo. Hasta que cae, el silencio en la pista es como si estuviera
completamente vacía, hasta que llega a la raqueta de Davidovich, que la arroja
con furia al campo contrario. Los saques de ambos van entre 180 y 205
kilómetros por hora. Las cabezas en la grada intentan seguir a toda velocidad
la pelota.
Es en el cuarto juego del segundo set cuando Munar se
encuentra con la red, y con una velocidad en el juego que no alcanza a asumir.
Davidovich va a más, se encuentra a sí mismo, se viene arriba. Y al mismo
tiempo lucha por controlar sus demonios, ese carácter que ahora está domando y
que le ha hecho hace un juego partir una raqueta cuando ha pedido atención del
fisioterapeuta. Respira hondo el malagueño, y se lleva el set.
En el tercero está la clave, pero también el Munar que no se
cree lo que está pasando. Davidovich avanza, juego tras juego, la grada
enloquece. Y la cabeza tan bien amueblada de Munar, un rasgo que le hace un
jugador de temple y sangre fría, empieza a desordenarse. Y no entiende cómo fue
tan bien el primer set y que está pasando desde entonces. Se tira de rodillas
al albero, se apoya en la red mientras niega con la cabeza y destroza a golpes
una raqueta contra la pista. Los demonios de Munar le ganan por un tiempo la partida,
y es el que aprovecha Davidovich para tirar de juego agresivo y hacer correr al
balear de un costado al otro, de lona a lona. Hasta que en un fallo de Munar,
Davidovich cae al suelo rendido por haber logrado su primer challenger por 2-6,
6-2, 6-2. En su misma comunidad autónoma. Y con su familia y amigos en el
graderío entre lágrimas. Bienvenido al palmarés.