jueves, 28 de abril de 2022

Carlos Santos, el primer entrenador de Alcaraz nos habla sobre su primera etapa como jugador

 



 Por Jorge García Badía   

Cuando Carlitos o cualquiera de sus tres compañeros llegaban un minuto tarde a la escuela de tenis del popular club 'Tiro de Pichón', ya sabían el 'premio' que se iban a encontrar: diez vueltas a la pista. Para su entrenador eran importantes todos los detalles, incluida la puntualidad. "Ese grupo de niños, de entre 4 y 5 años, ya tenía coordinación con la raqueta, se podía pelotear en la cancha con ellos y eso es difícil de encontrar a esa edad", tal y como recuerda el preparador de aquel grupo, Carlos Santos Bosque, a la sazón, el hombre que empezó a pulir al actual número 11 de la ATP: Carlos Alcaraz. "Es difícil dar con un diamante así".

Hemos visitado la Real Sociedad Club de Campo de Murcia, fundada en 1923, y en cuyas míticas instalaciones, conocidas popularmente como 'Tiro de Pichón', se empezó a formar Carlos Alcaraz como tenista, de la mano de su primer entrenador: Carlos Santos Bosque. En la actualidad, es habitual ver a la promesa del tenis español, como un usuario más, cuando tiene algún receso en la temporada. De hecho, esta semana, tras regresar a su casa de El Palmar con el Masters 1.000 de Miami bajo el brazo, tenía previsto acudir al gimnasio de este club, justo antes de partir a Crevillente para entrenar con Juan Carlos Ferrero.

"Ha trabajado mucho para llegar donde está", remarca, con vehemencia, Carlos, sentado en una mesa de la cafetería del club 'Tiro de Pichón', cuya cristalera permite observar a los niños jugando al fútbol, con el sonido de fondo de los raquetazos procedentes de sus pistas de tenis de tierra batida por donde se curtió Carlitos, desde los 4 años hasta los 16 años, junto a su inseparable amigo Pedro, Fulgencio y Javi.

"Comenzamos entrenando dos veces a la semana, una hora y cuarto, pero poco a poco le metíamos más tiempo y algún día más: siempre eran sesiones motivantes, lúdicas y con muchos juegos", según precisa este entrenador metódico, fruto de su licenciatura en Educación Física, de la influencia de su padre, militar de profesión, y de su pasión por la raqueta. "Todos los veranos me hinchaba a jugar en la pista de tenis que tenía mi familia en su casa de La Manga".

¿Cómo empezó usted a dar sus primeros pasos en el mundo del deporte base?

Cuando estaba estudiando la carrera, para sacarme un dinero, daba clases de tenis. Comencé a los 23 años. Primero trabajé en el Club Cordillera y luego pasé varios veranos en el Club Mar de Cristal de La Manga. Allí, su director, Miguel Dios, llamó al padre de Carlos Alcaraz que estaba al frente de la escuela de tenis de la Real Sociedad Club de Campo de Murcia, le dio buenas referencias mías, me hizo una entrevista de trabajo, y comencé a entrenar a un grupo de cuatro niños: Carlitos, Pedro, Fulgencio y Javi.

Pronto comenzaron a destacar dos de ellos: Carlos y Pedro. "Cuando les enseñaba algún golpe nuevo, como un cortado o un liftado, lo cogían al vuelo", resalta Carlos Santos Bosque (Cartagena, 1981).

La clave de la progresión de los niños se debía a los originales y minuciosos entrenamientos que planteaba: desde usar un bate de béisbol, para perfeccionar el revés; hasta poner porterías pequeñas en las esquinas de la cancha, con el objetivo de ensayar los golpes largos marcando un gol con la pelota de tenis. También perfeccionaba sus gestos técnicos colocándolos frente a un espejo; trabajaba su físico en sesiones de natación, o grababa a los alumnos con una GoPro para que luego ellos visionasen sus propios movimientos sobre la pista.

"Para practicar el saque les hacía el juego del ‘soldado’: les ponía una plataforma al otro lado de la pista, tenían que darle para que rebotase la bola, y subir rápido a la red para volearla", ejemplifica. "Otro ejercicio que hacíamos mucho, consistía en ponerle un cubo al otro lado de la red para practicar las dejadas. Yo les picaba para ver quién metía más bolas y Carlitos siempre las clavaba todas. Tenía un guante en la derecha: te manejaba altura, dirección y hacía dejadas perfectas".

¿Usted cuándo empezó a notar que Carlos Alcaraz tenía hechuras de crack con la raqueta?

Con 8 años ya se veía que tenía algo diferente. Carlos leía muy bien la bola, se anticipaba mucho a los puntos y era un crío con unas cualidades físicas innatas: era fibroso, muy flexible y contaba con buena técnica. Tenía magia y no se ponía nervioso compitiendo delante del público.

¿Qué diferencias había entre Carlos Alcaraz y el resto de niños que acudían a la escuela de tenis del club 'Tiro de Pichón'?

La diferencia de un niño que va a una escuela de tenis, es que cuando acaba su clase, se marcha, pero Carlos no hacía eso, terminaba su entreno, y se iba a las pistas de frontón a seguir peloteando, se metía en alguna pista a jugar un partido, se enganchaba con otro grupo para seguir entrenando… Siempre buscaba algún sitio para seguir jugando al tenis. A los 8 años ya trabajábamos la coordinación, la habilidad y el equilibrio, a los 10 años, el físico, sin meter cargas de peso, solo gomas elásticas, me lo llevaba a una pista rápida...

¿Tenía algún talón de Aquiles en sus inicios?

Le costaba el saque. Le hacía vídeos y los veíamos para tratar de corregirlo: al saltar y pisar, se giraba un poco, no sacaba con potencia, y le costaba tener la iniciativa en los puntos. Cuando era pequeño iba mejor de resto que de saque. Con 11 años, fuera de la rutina semanal de entrenamientos, quedábamos lo sábados solo para entrenar el saque.

Carlitos era un niño, pero en su interior ya latía el alma de un profesional siempre dispuesto a hacer trabajo extra para aprender y mejorar sobre la pista. Todo ello, luego tenía su reflejo en proezas como ganar competiciones como churros y disputar en la misma temporada dos torneos distintos: "Carlos jugaba el campeonato benjamín y alevín a la misma vez, después, simultaneaba el alevín y el infantil, siempre jugaba una categoría superior porque la suya se le quedaba corta".

Su progresión iba a la velocidad de la luz y Carlos Santos Bosque no se quedaba atrás para continuar puliendo el diamante de su raqueta: "Carlos me hacía estar en constante formación, debía estar al día para que él siguiese aprendiendo, por eso hice cursos de preparación física específica para el tenis y el Grado de Fisioterapia para aprender a vendar y hacer mejores calentamientos antes de los partidos".

Las napolitanas prohibidas

También se sacó el título de Magisterio de Primaria y empezó a ejercer la docencia, algo que no solo hacía en un colegio, sino también en los torneos en los que se desplazaba por toda España con Carlos y su amigo, Pedro. "Les ayudaba a hacer los deberes de Matemáticas, Lengua, o lo que necesitasen". Para este entrenador era importante que el tenis no afectase a su rendimiento académico, lo cuidaba todo, incluida la nutrición. "En los hoteles, en el desayuno, veías a los niños que iban a competir comiéndose napolitanas de chocolate, pero yo a ellos no les dejaba, les ponía una tostada con aceite, pavo y unos huevos revueltos, y se me quejaban (risas)".

¿Cuando Carlos Alcaraz era un niño ya le decía que quería estar en el circuito de la ATP?

Ya te hablaba de que quería jugar al tenis, se conocía a los jugadores profesionales, veía partidos, incluso les imitaba en los entrenamientos. Tenía una memoria y un aprendizaje visual espectacular para aprender los golpes, yo debía estar muy pendiente porque, de repente, me hacía en un partido una derecha como la del francés Tsonga. Me decía voy a botar la bola como Djokovic, voy a sacar como Nadal… (risas).

Prueba de ello es que Carlos siempre competía con una Babolat, la raqueta de su ídolo en la infancia: Rafa Nadal. Los éxitos que cosechaba le llevaban a protagonizar récords, como ser seleccionado un año antes de lo habitual para disputar el 'Longines Future Tennis Aces', debajo de la Torre Eiffel de París. "Es como el torneo Roland Garros Sub-13, hay un niño por cada país, y Carlos fue representando a España con solo 11 años, era el más pequeño de toda la competición". Poco importó: se plantó en semifinales. En aquellos días estuvo hospedado en un hotel de lujo, le llevaban en limusina, paseó por el río Sena, pero todo eso le daba igual, a Carlos Alcaraz solo le impresionó una imagen: la pista central de Roland Garros, el 'coliseo' del tenis, donde solo unos pocos elegidos han podido elevar sus brazos tocando el cielo parisino.

El tenista, nacido en la pedanía murciana de El Palmar hace dieciocho años, anhela ganar este Grand Slam. "Tal y como está jugando, dará una sorpresa en el Roland Garros porque ese torneo no lo ganó siendo júnior y le tiene ganas", advierte este cartagenero, que fue entrenador de Carlos Alcaraz, desde los 4 hasta los 13 años.

La visita de EL ESPAÑOL por la Real Sociedad Club de Campo de Murcia prosigue por su enorme terraza, bañada por un sol que solo se encuentra en la Costa Cálida, para luego cruzar por la pista de fútbol sala donde Carlos Alcaraz demostraba que era un buen pelotero. Y en la cima, las canchas de tierra batida donde esperan un par de alumnos de Carlos Santos Bosque. Uno de ellos es Pedro, el amigo de Carlos Alcaraz, con el que libró tantas batallas en el tenis como en la videoconsola. "Los dos tenían un pique sano y en la actualidad siguen siendo buenos amigos".

De todos los títulos que ganó Carlos Alcaraz durante su infancia, ¿Cuál fue el que le situó en el escaparate del tenis europeo?

Cuando nos invitaron a jugar el Open Super-12 de Aurey, en Francia, uno de los torneos más prestigiosos que hay, ya se me acercaban los 'sponsors' para preguntarme por él porque les llamaba mucho la atención su juego. Para mí no era una sorpresa porque estaba acostumbrado a verle jugar a diario. En tres ocasiones ganó el Nike Junior Tour, pero su victoria más importante fue la del Mutua Madrid Open Sub-12. En la final jugó por primera vez en una pista grande, la de Arantxa Sánchez Vicario, comenzó sin público porque a la misma vez había un partido de profesionales, pero la gente se cambió: entraron a ver a Carlos porque su juego era muy interesante.

En la capital de España desplegó todo el tenis que aprendió machacándose en sesiones de entrenamiento de tres horas diarias, con Carlos Santos Bosque, que también incluían la visualización de vídeos y viajes para asistir a campeonatos. "Me llevaba a Carlos y a Pedro a ver torneos del circuito para que viesen a los profesionales porque eso les motivaba: estuvimos en el Mutua Madrid y el Open Valencia 500".

Durante nueve años entrenaron cada semana, viajaron por toda España, Francia, Croacia... ¿Qué recuerdos guarda de Carlitos?

Era como un hermano o como un hijo mío. Teníamos una relación muy estrecha. Era un niño pillo y con desparpajo en la pista, pero tímido fuera de ella, solo se soltaba con sus amigos. Yo le llamaba 'Tarzán', igual que el personaje que se adaptaba a vivir en la jungla, porque Carlos lo hacía bien en cualquier tipo de pista y superficie.

Hay titulares y fotos de Carlos Alcaraz ganando torneos desde bien crío, lo que le ha supuesto una gran exposición mediática en su infancia por sus éxitos deportivos. ¿Mantuvo alguna charla con él para que aprendiese a mantener los pies en la tierra?

No hacía falta porque no le daba importancia. Él ganaba un torneo, cogía el trofeo, lo dejaba donde pillaba y a seguir jugando. Nunca ha necesitado ayuda y era mejor no hablar de eso para no darle importancia a sus logros.

Cuando Carlos cumplió 13 años, entrenador y pupilo se separaron. Carlos Santos Bosque siguió entrenando a Pedro, con el que logró un subcampeonato de España, mientras que Carlos Alcaraz buscó subir otro peldaño en su formación con Antonio González Palencia, entrenador del tenista murciano Nicolás Almagro: número 9 del circuito ATP. A los 16 años, el niño al que llamaban con cariño 'Tarzán', volvió a dar un impulso a su carrera, poniéndose a las órdenes de Juan Carlos Ferrero, número uno del mundo en 2003, con 16 títulos de la ATP a sus espaldas y un Grand Slam: el Roland Garros que tanto ansía Alcaraz.

Mójese: ¿Cuándo coronará el ranking mundial?

Ahora está el once, pero a final de temporada se situará más cerca de la cabeza. Va a tener una progresión buenísima porque está motivado y mentalmente es muy fuerte. Él ya ha dicho que no le da miedo ganar un Grand Slam y va a ir a por el Roland Garros. Creo que en un par de años le toca ser el número uno del mundo.

¿Qué relación guarda actualmente con Carlos Alcaraz?

A mí me emociona cada vez que le veo jugar y seguimos en contacto. Media hora antes de la final de Miami le escribí un mensaje y cuando ganó le envíe otro para decirle que estaba tremendamente orgulloso por él, sabía lo que se había esforzado durante el año y esto se lo merecía. Me contestó diciéndome que la hacía mucha ilusión. La gente no sabe el trabajo que lleva detrás este chico para llegar hasta ahí arriba, piensa que es fácil, no se imaginan la cantidad de horas de entrenamiento, de bolas tiradas, de enfados cuando no salían las cosas, porque tenía algo diferente, pero debía mejorar cosas y Juan Carlos Ferrero ha hecho un trabajo muy bueno con él.

Esto será difícil repetirlo con otro jugador por la dedicación cien por cien que Carlos le ha puesto a su preparación física, entrenamientos, nutrición, visitas a médicos para someterse a análisis de sangre para ver como iba de vitaminas y proteínas, radiografías de la mano para saber cuánto llegaría a medir...

A sus 41 años, Carlos Santos Bosque, sigue siendo un profesional meticuloso y exigente consigo mismo, lo que le ha llevado a poner en marcha una cuenta en Instagram para entrenamientos de tenis que está triunfando: DTtrainers. También le ha permitido dejar una huella imborrable en Carlos Alcaraz, la promesa del tenis español, el crío al que llevaba al Burger King y a jugar una partida de bolos al final de temporada, junto a sus amigos de la escuela de tenis del 'Tiro de Pichón': Pedro, Fulgencio y Javi. "Todos los torneos que ganábamos eran del grupo".

Por ese motivo, muchos años después, Alcaraz, entre sus trofeos, todavía guarda con cariño el póster que le regaló su primer entrenador, cuando era un niño. En la imagen aparece a punto de sacar, en una pista de tenis que luce cuatro mensajes que siempre le repetía Carlos Santos Bosque, en cada uno de los entrenamientos. "Constancia, satisfacción, superación y el lema del partido: disfruta".

¿En qué ha cambiado el juego del niño al que usted entrenó?

Tiene una derecha que es un misil: el tío te la coloca donde quiere. Y con la dejada que tiene, los vuelve locos a todos, es impredecible, no sabes si la bola te llegará alta o baja. Es difícil tener un repertorio de golpes así y eso hace que sea un jugador diferente a todos.



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